Vivieron aislados en Siberia por 40 años y no se enteraron de la II Guerra Mundial ni del hombre en la luna

El clan ruso buscó refugio lejos de la civilización para huir del régimen comunista que los perseguía por ser creyentes ortodoxos.

Hicieron todo lo posible para alejarse de la ciudad y se internaron en lo profundo de Siberia, donde vivieron completamente aislados de la civilización, lo que evitó que supieran de la II Guerra Mundial o la llegada del hombre a la luna.

La BBC publica que la familia Lykov, compuesta por los padres Karp y Akulina, además de los hijos Savin, Dmitriy, Nataia y Agafia, estuvieron durante cuatro décadas alejados del mundo moderno, en la región de Jakasia, en el sur de la Siberia soviética, para evitar ser ejecutados por el régimen comunista, debido a que eran lo que se llama dentro de la iglesia ortodoxa rusa “viejos creyentes”, cristianos que eran partidarios de los ritos y la liturgia más antigua.

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No tenían radio ni televisión, y eso evitó que se enteraran de lo que sucedía en el mundo. Tuvieron que luchar para conseguir comida, apenas lograban tener algo de alimento con la semillas que habían llevado y con los animales que podían cazar. Muchas veces a pies descalzos, incluso en invierno, porque tuvieron que comerse el cuero que tenían de los zapatos que habían llevado consigo y vestirse con las pieles de osos y otros animales que cazaban.

Eso hasta que a mediados de 1978 cuatro geólogos que viajaban en un helicóptero explorando el territorio avistaron primero un jardín hecho por los Lykov y después, la cabaña donde vivían desde hace 42 años. En ese lugar no se tenía registro de actividad humana y el asentamiento más cercano estaba a 200 kilómetros de distancia.

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“Cuando nos acercamos a la cabaña, un señor con una larga barba emergió del lugar y lucía un poco asustado. Lo saludamos y, aunque no nos respondió de inmediato, a los pocos minutos nos dijo: ‘Si han venido desde tan lejos, le mejor es que sigan a nuestra casa’. Era el padre, Karp”, le dijo la geóloga Galina Pismenskaya al periodista ruso Vasily Peskov, quien dio a conocer la historia en 1994 en su libro “Perdidos en la Taiga”.

Lo que más llamó la atención a la familia ruso en esos primeros intercambios de historias, era una caja que los geólogos habían llevado hasta su cabaña para registrar el momento del encuentro. Se trataba de un televisor, aparato que había dado a conocer durante las últimas décadas todos los hechos internacionales que ellos desconocían.

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Al principio, lo único que la familia le recibió a los geólogos fue sal, ya que según el patriarca, “fue una tortura vivir todos estos años sin ella”. Por lo demás, pretendía continuar con su vida tal como la llevaban. Pero al poco tiempo los Lykov comenzaron a recibir cada vez más cosas para reacomodarse.

En los años siguientes, tres de los seis integrantes de la familia murieron a causa de distintas enfermedades. Karp, por su parte, murió en 1988. La única sobreviviente, Agafia, decidió quedarse a vivir lejos de las ciudades, como lo había hecho toda su vida.

Fotos: Wikicommons.

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