El pueblo de El Salado es una ventana al pasado; en él las tradiciones, las creencias y las costumbres de antaño se mantienen vivas.
Los pobladores aún creen en lo sobrenatural, en brujerías y maldiciones, así que cuando la mamá de la pequeña Aurora muere al dar a luz, de inmediato Macrina, la partera, esparce la noticia de que la niña es la culpable porque nació con un lunar que parece una calavera y eso es clara muestra de que acarrea la desgracia.
Aurora queda bajo la amorosa protección de José, su padre, quien decide mantener a su hija completamente aislada de la gente, con la única intención de protegerla del absurdo mito que se ha generado alrededor de su lunar.
Aurora se convierte en una hermosa mujer, pero su vida cambia súbitamente cuando su padre enferma de gravedad y en su lecho de muerte pide a su hija y a Rodrigo que le hagan un juramento: a él le encarga que siempre proteja a Aurora, y a su hija le pide que le demuestre al pueblo que ella no trae desgracias sino amor. Ambos aceptan adquiriendo un compromiso inquebrantable para toda su vida, y así José muere en paz. Aurora queda desprotegida y sufriendo su insuperable pérdida. Rodrigo ofrece cuidarla, pero Aurora toma la decisión irse de El Salado.
El distanciamiento de Aurora y Rodrigo es perfecto para Mónica, la nueva inquilina en la hacienda del joven, que quiere atraparlo a como dé lugar. Pero los jóvenes amantes siempre han sabido que son el uno para el otro y lucharán por su amor, sin olvidar jamás las promesas que le hicieron a José, aunque para cumplir con su palabra, Aurora deberá demostrarles a todos, e incluso a sí misma, que no nació con ninguna maldición, sino que es una joven lo suficientemente fuerte para sobreponerse a las dificultades, a las supersticiones, y capaz de disfrutar el amor al lado del hombre que ama.