La ejemplar historia de Clyde Rodríguez, el niño de Tijuana que cosechaba uvas y ajo y terminó trabajando para Bill Gates

Sus primeros recuerdos son en una casa con techo de hojalata, sin agua ni electricidad. Luchó contra la adversidad para graduarse en sistemas y trabajó en Microsoft en un diseño de Windows.

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Clyde Rodriguez pasó su infancia cosechando uvas y ajo en el valle central de California, bajo el sol implacable. Una mañana muy temprano, cuando él tenía 10 años y alambraba una vid con su madre, un alambre se soltó y golpeó, como un latigazo, en la cara de la mujer, que cayó al suelo del dolor. De inmediato se repuso, y le dijo a su hijo que no había sido nada, que no se preocupara.

“Rodríguez estaba lleno de ira y convicción cuando le dijo: ‘Un día te voy a sacar de este lugar’“, escribió Carmen George en The Fresno Bee al contar la historia del pequeño obrero rural que creció hasta convertirse en ingeniero de sistemas, trabajar con Bill Gates y, actualmente, en una firma que combina tecnología y finanzas.

A comienzos de junio Clyde regresó a la ciudad donde vivió de chico para hablar ante los jóvenes que se graduaban en la Escuela Secundaria de Madera con un discurso inspirador sobre cómo sobreponerse a la adversidad. “Todos somos descendientes de inmigrantes que, como otros a lo largo de 300 años, se han convertido en hilos centrales del tejido de esta nación. Consideremos que los firmantes de la Declaración de Independencia eran inmigrantes”, agregó.

“A veces parece un sueño”, dijo el hombre de 49 años ante los graduados. “Sin dudas es la vida de otra persona. Sin dudas no puede ser la de un niño del campo cuyos primeros recuerdos son los de una casa en Tijuana con techo de hojalata, sin agua caliente o electricidad, donde nuestra familia se reunía alrededor de neumáticos encendidos, que mi padre juntaba, para calentarse, todos con las narices manchadas de hollín”. Pero es su vida, dijo. “Es mi historia. Una historia que llegué a aceptar con asombro, humildad y gratitud“.

Luego de terminar la escuela en 1986, Rodríguez consiguió un lugar en el exigente programa de ingeniería eléctrica y ciencias de la computación en la Universidad de California en Berkeley. Todo iba bien hasta que su padre fue víctima de un asalto violento, y él debió regresar a Madera. Su padre sobrevivió pero la beca de Rodríguez, no: el decano no le permitió volver a inscribirse.

Se anotó entonces en el programa de extensión universitaria de Berkeley, y tomó como oyente las mismas clases que le hubieran correspondido de haber sido admitido de nuevo. Volvió a pedir su ingreso; el decano volvió a negárselo. “Cada vez que me presenté, me negó la solicitud”, dijo a la periodista de The Fresno Bee. “Por fin me dijo que ese no era mi lugar, que dejara de hacerlo perder su tiempo y de perder el mío”.

Luego de un tercer semestre en el programa de extensión, volvió a la carga con tres cartas de recomendación de sus profesores. La universidad accedió a analizar su caso. Fue, finalmente, admitido otra vez. Al cabo de otro semestre, se graduó.

Rodríguez trabajó en Apple y en Microsoft, donde, tras una conversación con Bill Gates, quedó como director de un equipo que debía crear un nuevo sistema operativo Windows. Luego creó un equipo que desarrolló la tecnología de la nube. Entre sus otros logros George destacó que fue consejero de la Organización de las Naciones Unidas para el uso de la tecnología en el desarrollo internacional.

“Todos somos descendientes de inmigrantes que, como otros a lo largo de 300 años, se han convertido en hilos centrales del tejido de esta nación”, dijo Clyde Rodríguez a los alumnos de la Escuela Secundaria de Madera, donde él se graduó en 1986.

Actualmente Rodríguez trabaja en Nueva York, en una empresa fintech, “la intersección de las finanzas y la tecnología”, dijo al periódico de la ciudad de Fresno. También es mentor de estudiantes de robótica y está desarrollando una app (en inglés y en castellano) para conectar a los productores agrícolas con los trabajadores del campo, como fundador de Eleva Mobility.

En 2000 Rodríguez le regaló a su madre una carta del banco donde la familia había operado toda la vida: decía que la casa le pertenecía, pues el hijo había pagado el remanente de la hipoteca. Así, sintió, cumplió con la promesa del niño de 10 años que había sido.

“Sean valientes, sean intrépidos, escriban el próximo capítulo de sus vidas”, dijo a los estudiantes graduados en Madera. “La lapicera les pertenece, no permitan que nadie la tome por ustedes”.

Fotos: Captura de pantalla/Shutterstock

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