El ruido que emite el mar reduce nuestros niveles de cortisol, la hormona del estrés, y nos transmite calma.
Para nadie es un misterio que viajar a la playa resulta relajante. De hecho, la asociamos de inmediato a vacaciones, porque históricamente ha sido un lugar para ir a disfrutar, lejos de las responsabilidades cotidianas. Pues bien, ahora un estudio ha revelado que se debe a que el mar activa el estado de felicidad en el cerebro.
Uno de los beneficios de estar cerca del mar fue descubierto por un equipo de científicos que se dispuso a estudiar la relación entre el contacto con la playa y la salud en un proyecto llamado BlueHealth (Salud azul). Los investigadores descubrieron que los sonidos del mar estimulan un área del cerebro llamada corteza prefrontal, la zona responsable de nuestras emociones y de la reflexión personal, y se dieron cuenta de que el mar amplía en nuestros cerebros la capacidad de autoconocernos y de sentir bienestar emocional.
Otra investigación apoya la tesis de que estar cerca del océano es sanador. En ella se llegó a la conclusión que cuando estamos en la playa, nuestro cuerpo absorbe los iones negativos que despiden las ondas del océano e impulsan cambios en nuestras moléculas, y que así incitan a nuestro organismo a absorber más oxígeno y a regular nuestros niveles de serotonina, una sustancia que controla la ansiedad, lo que resulta en una sensación de paz similar a la que sentirías luego de hacer yoga.
Especialistas afirman que el ruido que emite el mar reduce nuestros niveles de cortisol, la hormona del estrés, y nos transmite calma. Incluso han llegado a sugerir que nos recuerda al sonido de los latidos del corazón de nuestras madres cuando estábamos en el vientre materno, lo cual tendría un impacto emocional relacionado con la protección y seguridad, recoge Genial.Guru.
“Cuando miramos hacia el mar, o a lo largo de la costa, percibimos un entorno predecible y estable”, dijo el neurocientífico Michael Merzenich. El científico explicó que nos sentimos seguros cuando estamos en lugares libres de amenazas como animales salvajes en la selva o delincuentes en una gran ciudad, y la superficie del mar que se pierde en el horizonte de manera plana y constante le transmite a nuestro cerebro esa sensación de estabilidad y seguridad.
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