La muerte del líder nazi está rodeada de teorías conspirativas. Lo que se sabe es que los soldados rusos fueron los primeros en llegar al búnker del Tercer Reich.

La muerte de Adolf Hitler ha estado rodeada de verdades a medias, versiones que se contradicen y que han alimentado una serie de mitos y teorías conspirativas que siguen hasta el día de hoy.

Lo que se sabe es que el líder nazi se disparó en la sien luego de tomar una píldora de cianuro junto a su esposa, Eva Braun, en el búnker bajo la Cancillería alemana, mientras el Ejército Rojo asechaba a unos metros del lugar.

Hitler había dado órdenes expresas para que cremaran sus cuerpos. No quería convertirse en un trofeo de guerra de las fuerzas aliadas y que se repitiera con él lo que había sucedido con Benito Mussolini, quien terminó muerto y colgado de los pies a la vista de todo el mundo.

Los rusos fueron los primeros en llegar a la Cancillería. La orden de Iósif Stalin era la de confirmar con pruebas irrefutables la muerte del jerarca nazi. Los encargados llevaron a cabo la misión y tras desenterrar los cuerpos pudieron confirmar de que se trataba de los cadáveres de Hitler y Braun.

Sin embargo, todo se hizo en el más estricto secreto y muy al estilo de la Unión Soviética y la KGB: difundieron una serie de versiones para confundir a todo el mundo. Se dijo que Hitler había escapado hacia España, que vivía tranquilamente al sur de Argentina bajo una nueva identidad e incluso que se había refugiado en la Antártica.

Moscú no quería que se supiera dónde estaban los restos del líder nazi, por lo que se dio la orden de que los cadáveres fueran enterrados en el bosque cercano a la ciudad de Rathenow. Sin embargo, un año después se ordenó que los cuerpos fueran exhumados y colocados en ataúdes de madera para enterrarlos en una base militar soviética en Maderburgo, territorio de Alemania Oriental, según señala Infobae.

El cuerpo de Hitler permaneció ahí por casi un cuarto de siglo hasta que en 1970 se ordenó que fuera sacado de ese lugar. Eran otros tiempos y se corría el riesgo de que los cuerpos del líder nazi y su esposa fueran descubiertos y el lugar se convirtiera en un punto de peregrinaje.

Es por ello que el 13 de marzo de 1970, el jefe de la KGB, Yuri Andropov pidió al Kremlin autorización para destruir lo que quedaba de Hitler y los demás. Los cuerpos fueron desenterrados de la fosa común, se hizo una gran fogata y se incineraron los cuerpos hasta reducirlos a cenizas. Lo que quedaba de Hitler fue lanzado posteriormente al Río Biederitz.

Sin embargo, esta versión, como las demás que se han dicho, siempre han estado en tela de juicio o no se han podido confirmar a cabalidad, debido a la resistencia de Rusia de entregar toda la información, además de que dentro de la KGB solo contadas personas sabían del verdadero destino de los restos de Hitler.

Foto: Wikipedia