Los duques de Sussex han realizado varias llamadas al departamento de emergencias de Los Ángeles acusando esta situación.
Desde que se instalaron a vivir en Estados Unidos, Meghan Markle y el príncipe Harry han extremado las medidas de seguridad para resguardar su vida privada. La pareja reside junto a su pequeño hijo en una mansión de Los Ángeles, propiedad del actor Tyler Perry, la que taparon completamente con pantallas opacas para no ser espiados, además de instalar cámara de vigilancia por todo el perímetro.
Pero todo parece indicar que los paparazzi han encontrado otra manera de capturar imágenes de la vida familiar de los duques de Sussex, o al menos eso es lo que piensan ellos. La pareja ha realizado varias llamadas estos días para denunciar la presencia de drones sobrevolando la propiedad, además no demasiado alto, a unos 6 o 7 metros. Están seguros que estos aparatos voladores no son sino el sistema que utilizan los fotógrafos para poder conseguir una buen exclusiva sin necesidad de invadir una propiedad privada. Pero lo cierto es que no está claro que sea así y, por supuesto, no tienen forma de probarlo.
Sin embargo, aunque los paparazzi consiguieran, por ejemplo, una fotografía de Meghan con Archie en la piscina, que a priori sería un reportaje que se pagaría bien, lo cierto es que no es tan fácil que se venda. Primero, porque tomar este tipo de fotografías no es legal y segundo porque aunque una publicación se arriesgara a comprar ese reportaje, sabe que los abogados de la pareja están muy atentos a todo lo que se publica y en qué condiciones para así tomar las medidas legales oportunas.
Los incidentes con los drones se produjeron los días 9, 19, 20, 21 y 25 de mayo, con la consiguiente denuncia a las autoridades. Pero, por el momento, se desconocen las medidas que estas han tomado para evitar que vuelva a ocurrir, como ha pedido la pareja. Y lo cierto es que, si no se trata de fotógrafos, la alternativa que barajan es aún más inquietante, ya que podría ser alguien que quisiera hacerles daño, publica Vanitatis.
No sería extraño, ya que Meghan ya recibió amenazas racistas antes de su boda, además de que había algunas cuestiones por las que su seguridad, una vez fuera de la Casa Real, preocupaba especialmente. Y es que los Sussex están constantemente expuestos al riesgo de ser blanco de grupos terroristas, fanáticos políticos, seguidores obsesionados y otros maniacos solitarios.
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