Pobreza y desamparo de inmigrantes se dispararan durante gobierno de Piñera

Según los datos aportados por el Ministerio de Desarrollo Social este sector de la población pasó de 10,8% a 17% en sólo 3 años, una cifra que se manifiesta en las calles de las principales ciudades del país donde la indigencia y el hacinamiento son cada día más altos. Conocimos la historia de Areli, quien hoy viven en la calle.

Detrás de las alarmantes cifras de aumento de pobreza en el país, las cuales en este período han alcanzado números no vistos en 20 años, pasando de un 8,6% a un 10,8%; sin duda el índice más alarmante de los resultados de esta encuesta del Ministerio de Desarrollo Social es el que refleja la realidad de los extranjeros en nuestro país.

Una realidad disímil que evidenciamos desde la llegada de los primeros inmigrantes Haitianos, Colombianos y Venezolanos; quienes desde 2010 comienzan a poblar nuestro país en busca de mejores oportunidades.

Pero, si bien es cierto las primeras personas tuvieron, en la mayoría de los casos, oportunidades concretas de instalarse en Chile con trabajos dignos y posibilidades reales, el alto flujo de inmigrantes de estos países; que ya se sumaba a peruanos, españoles y argentinos; fue generando un elevado número de personas para cada vez menos oportunidades laborales.

Esto sumado a los nefastos efectos de la pandemia y las nulas políticas migratorias de parte del Gobierno generaron una población flotante de desempleados y personas, e incluso familias empobrecidas que hoy alcanza la significativa cifra de 17% de pobreza.

Si bien es cierto que en el año 2011 este índice marcó un 19% de pobreza en el segmento de extranjeros, para aquel entonces se trataba de un grupo minoritario de la población. En cambio hoy, esta cifra de 17% representa a un universo de personas muchísimo mayor.

El año 2015 los inmigrantes legales en Chile eran poco más de 465 mil personas, lo que representaba el 2,7% de la población. Actualmente y según cifras de extranjería y el INE (Instituto Nacional de Estadísticas) esta cifra alcanza al 1.5 millones de personas.

Areli, del puente a la pega

Areli es Venezolana, llegó a Chile junto a uno de sus hermanos hace cuatro años. Hoy vive en la calle en el sector del puente frente al Mercado Central. “Llegamos huyendo del hambre y ahora estamos peor. Tenemos hambre, frío y enfermedad. No hemos podido encontrar apoyo y ha sido difícil recomenzar. Quedamos sin empleo hace casi seis meses. Primero nos sacaron del cuarto que alquilábamos y unos amigos nos dieron alojamiento pero después ellos también quedaron desempleados y ahora vivimos aquí”

No quiere fotografiarse ni mostrar su casa pues se avergüenza de su realidad, vino a Chile para ayudar a sus padres y su hermana mayor, que tiene cuatro hijas y sigue viviendo en Maracaibo. Se instaló convencida de que Chile era ese paraíso en el cual la bullante economía podría darle una mejor calidad de vida.

“Con mi primer salario compré un teléfono celular para poder hablar con mi familia por video llamada. Podía enviarles dinero y eso me hacía feliz, ver las caritas de mis sobrinos sonrientes y esperanzados. Me contrataron para limpiar en una fábrica. Trabajaba por las noches y los fines de semana. Era muy cansador y mal pagado pero para mi era el cielo”.

Areli trabajó ahí por poco más de un año, luego consiguió algo mejor haciendo aseo en una empresa que se dedicaba a limpiar oficinas en el sector de Sanhattan. Al comienzo le pagaban bien pero poco a poco esto fue cambiando. Más trabajo por el mismo dinero, retraso en los pagos y una realidad país que hacía difícil pensar en cambiar de ocupación. “No encontraba otro trabajo y me asustaba dejar lo que tenía así que aguanté más de lo que debía”.

Los pagos de su pensión en barrio Brasil se fueron retrasando y con ello llegaron las amenazas de desalojo. Su hermano trabajaba esporádicamente en construcción y cada vez les era más difícil conseguir los $300 mil pesos que les cobraban por una pieza de 3×4 con baño compartido.

“Enviábamos dinero a Maracaibo porque no queríamos preocupar a nuestra familia. Pero ya no nos alcanzaba”, relata. Así fue como decidieron irse a vivir a la calle para ocupar el dinero que recibían, que a esas alturas ya no era mucho pues Areli comenzó también a tener menos horas y menos sueldo por su trabajo.

Unos amigos suyos habían tomado una orilla de la baranda de la vereda sur del puente que separa Recoleta de Santiago Centro a la altura del Mercado Central. Así que junto a su hermano decidieron irse a vivir ahí para seguir manteniendo la fachada de éxito frente a su familia en Venezuela.

De eso ha pasado poco más de un año. Por las mañana, Areli se baña y cambia de ropa en la pieza de unos amigos, se prepara y se va a trabajar, hoy hace aseo en un edificio del centro. Sin contrato, por pocas lucas. Le alcanza para mantenerse pero no para arrendar.

Pasa frío y muchas veces come mal pero su familia no lo sospecha en absoluto, creen que cumplió el sueño sudamericano de emigrar al país de mayores oportunidades del continente. “Yo sólo espero encontrar pronto un trabajo con un contrato o un mejor sueldo para poder alquilar un cuarto y comenzar nuevamente, por ahora mi prioridad es mi familia, enviar dinero a mis padres y mi hermana y sus hijos. Y, sobre todo, no romperle el corazón a mi madre; no podría darle la tristeza de saber que estoy mal por ella, es una mujer enferma que hizo todo por nosotros, mi hermano y yo le debemos todo y haremos lo que sea por que esté bien. Ojala algún día podamos tener nuestra casa y traerla a vivir a Chile”.