Tania Tamayo: “Ojalá el próximo Presidente promulgue la anhelada reforma al Código de Agua, que lo defina como un bien de uso público sin apellido”

La académica y autora junto a Alejandra Carmona López del libro “El Negocio del Agua: Cómo Chile se convirtió en tierra seca”, se refirió entre otras cosas, a cuáles deberían ser las prioridades del próximo gobernante en el relevante tema del agua en Chile.

En Chile más de seis millones de habitantes o si se quiere, el 38% de la población, esta amenazada por el déficit hídrico. Dicho de otra manera, el 72% de la superficie del país sufre de sequía en algún grado. De la forma que se exprese, la situación es grave y el tema debiera ser una prioridad para las autoridades y por cierto para quienes hoy postulan a la Presidencia.

En la antesala del debate presidencial Futuro del Agua en Chile, que será emitido hoy por La Red desde las 20 horas, conversamos sobre el tema con Tania Tamayo, quien junto a la periodista Alejandra Carmona López realizaron una profunda investigación sobre los efectos de la escasez hídrica que afecta a 156 de las 345 comunas del país. Los resultados obtenidos por ambas académicas de la U. de Chile quedaron plasmados en el libro “El Negocio del Agua: Cómo Chile se convirtió en tierra seca“, donde abordan el problema de este elemento, desde su génesis con la ley creada por la dictadura, que transformó a Chile en el único país donde el agua es parte del mercado transable y no un derecho para las personas.

Según una encuesta hecha por la Mesa Nacional del Agua (año 2020 – 41.000 personas), el 99% cree que se debe priorizar el consumo humano del agua por sobre la industria y la minería. ¿Cuál es el equilibrio que debiera existir y cómo crees tú que se debería utilizar el recurso?

-Hoy el agua es un bien transable afirmado en un marco legal completamente privatizador y, claro, eso significa que el consumo humano no tiene una prioridad de uso simplemente porque no hay prioridades de uso. Todo se da en la medida que existan recursos económicos para pagarlo. Para ello hay una reforma al Código de Agua que se viene gestando hace diez años en el Congreso y que quiere establecer un orden desde lo más esencial.  Pero creo que aún cuando se piensa en garantizar el consumo humano, se vislumbra solo un chorro de agua saliendo de una llave. No se piensa en que la subsistencia también requiere de recursos sanos y abundantes. Un país donde las zonas crianceras no se extingan, o las hortalizas no dejen de crecer porque la tierra no tiene agua ni nutrientes. En el fondo, el consumo humano no puede ir de la mano de un Estado que dé rienda suelta a la urbanización arbitraria o que subvencione industrias en territorios con escasez hídrica. También se respetar las complejidades culturales y de subsistencia, y fiscalizar todo aquello que deteriora el medioambiente.

¿Cómo llegamos a ser un país con una situación hídrica tan desigual?

-Gracias a la investigación pudimos comprobar que la forma en cómo se concibe el agua en Chile está muy relacionada a los procesos sociales y políticos de nuestra historia. Por ejemplo, en 1967 se gestó un Código de Agua ligado a la Reforma Agraria y en 1981, en medio de una dictadura brutal, se creó un Código que favoreciera la inversión y el desarrollo económico, pero desde el uso indiscriminado del recurso, separando los derechos de agua superficiales y subterráneos, otorgando a los remates la decisión de quien se quedaba con los derechos y la inexistencia de prioridades de uso. En el libro hay manuscritos y todas las actas de esas conversaciones. Las divagaciones de los economistas chilenos que estudiaron en Chicago. Esos argumentos eran principalmente erradicar las medidas de Frei Montalva y Salvador Allende. Erradicar al funcionario público con su potestad de administración de los recursos y los precios. Dicha potestad se otorgaría al mercado.  

Alejandra Carmona López y Tania Tamayo
Foto: Junior Vásquez

¿Si tuvieras que ponerle nombre al o los responsable de la situación hídrica chilena, quién sería y por qué?

-No hay un solo culpable en términos de escasez hídrica, podríamos remontarnos a los abogados e ingenieros hidráulicos que, supervisados y observados por personajes como Hernán Büchi, Alfonso Marquez de la Plata, Sergio de Castro, Roberto Kelly o Miguel Kast, confeccionaron el Código. Ellos pusieron un precio al agua. Pero el sistema, sin duda, se perpetúo estos últimos 30 años. Los abusos de quienes tienen más y mejores recursos, la poca fiscalización, el robo, las captaciones ilegales de las napas, son consecuencias también de una mirada individual y mercantil que fue perpetuada y fomentada por autoridades en democracia.

¿Qué tan posible es que el próximo Presidente (a) logre instalar una política de aguas justa?

-Tal vez próximo presidente no debería solo pensar en soluciones técnicas. El fortalecimiento de los embalses o las políticas de desalinización para la minería, son muy útiles, pero no es lo único. De hecho uno de los proyectos que finalmente no se gestó pretendía instalar una carretera hídrica que abasteciera de sur a norte, pero recibió muchas críticas por su afectación a la biodiversidad. Se necesita un liderazgo que también considere importante otorgar una institucionalidad democrática, equitativa y local. Con discriminación positiva a las comunidades indígenas y campesinas, y el uso sostenible de las fuentes hídricas. Ojalá tenga la posibilidad de promulgar la anhelada reforma al Código de Agua, donde se defina como un bien nacional de uso público sin el apellido de “que le otorga a sus titulares la propiedad sobre ellos” como establece el Código creado en 1981.

¿Qué papel juega a partir de ahora la Convención Constitucional en relación al tema?

-Un papel trascendente porque le debe otorgar la categoría de constitucional al agua como un derecho humano. También y en el mismo sentido establecer la protección al suelo agrícola que cada vez más está al alero de la gran industria. No se piensa que en el fenómeno climático de desertificación como el que estamos los recursos naturales son finitos. Como ejemplo, el agro a gran escala, y sin contención, no solo se lleva gran parte de los recursos del Estado en aportes para su riego. Sino que erosiona los suelos, seca los acuíferos, disminuye las áreas cultivables, y obviamente genera pobreza. 

Durante la investigación que llevaron a cabo, ¿qué historia es la que más te impactó a nivel humano en relación a este tema?

-Para trabajar el libro viajamos a distintas zonas del país y conversamos con distintos protagonistas. Personalmente me llamó mucho la atención el trabajo que se hace desde las agrupaciones comunitarias de agua potable rural que tienen una misión importantísima de llevar agua limpia para consumo y saneamiento a distintas localidades. Casi dos millones de chilenos se abastecen de este sistema, de manera coordinada, solidaria y consciente. Hay muchas historias lindas de ahí. Gente que está cada una hora observando la calidad del recurso para que llegue a las casas de sus vecinos, temprano en la mañana y tomen desayuno. Evidentemente hay casos muy dolorosos. En el norte, debido a la expansión de las mineras, hay pueblos que ya no existen o en el sur del país terrenos de campesinos que se secaron por las forestales. En una escuela en San Pedro de Melipilla hace un par de años se les pidió a los alumnos que llevaran sus propias botellas con agua.  

Pero me quedo con las agrupaciones comunitarias de agua potable, como único bastión en la autogestión del recurso.