Premios Platino 2022: El poderío actoral de Chile que hay que aprovechar mejor

Por Ernesto Garratt

Daniela Ramírez y Alfredo Castro se han impuesto en sus respectivas categorías en la novena edición de los Premios Platino. La actriz chilena logró triunfar por su rol de Isabel Allende, la escritora best seller global, y Alfredo Castro lo hizo siendo una feroz fuerza de la naturaleza desatada en “Karnawal”, co producción con Chile y en donde se luce como un anti héroe al borde de la perdición. 

¿Qué significa este nuevo triunfo para la mermada y siempre golpeada industria audiovisual chilena?

Para empezar, la demostración de que contra todo y todos los problemas, los talentos nacionales, en especial cuando se trata de la actuación, son una cantera inagotable de talento. 

La mini serie Isabel, la biopic de Isabel Allende, se hizo con esfuerzo y ñeque y tuvo de punta de lanza la enorme habilidad de Daniela Ramírez y elenco (qué grande es Néstor Cantillana et al) para sacarle trote a una historia pop y a la vez con lecturas sociales y de profunda empatía con los tiempos que corren: feminismo y reivindicaciones sociales varias. 

Así es. Y quizás por eso mismo es que resulta una anomalía en nuestra industria audiovisual de ficción. Fue una apuesta enorme y hecha con un respeto y preocupación por todos los detalles que casi siempre se dejan más bien al azar cuando se hace audiovisual en Chile. El guion, la recreación de época y su espíritu convocante final redundan en una escasa combinación que debería ser la regla y no la excepción en lo que filmamos en Chile. 

¿Por qué lo digo? Porque en general los cineastas y showrunners chilenos miran un país que no existe cuando hacen películas o series. Miran una zona quizás más parecida a una Ñuñoa mental, imaginaria, donde impera el cine arte de genios, el drama sufrido y gris, la clase media alta y un barrido por las pelusas del ombliguismo “fome” de gente sin nada interesante qué contar. 

Y en este sentido, los géneros cinematográficos, la comedia, la ciencia ficción, el terror, las biografías, sí, las biografías como Isabel, nunca o casi son tomados en cuenta por estos dueños del capital cultural. A ojos de estos personajes, los géneros fílmicos parecen ser recursos básicos y muy hollywoodenses, como si la meca del cine fuera el infierno y no el cielo-arte que buscan en la Tierra.

Isabel, la mini serie, para mí es un buen ejemplo del giro que se requiere en el audiovisual chileno para que los chilenos vayamos, por ejemplo, al cine a ver cine local. A ver nuestras propias historias y personajes y santos y señas, en vez del mapa mental que filma un grupo de iluminados que no conoce en absoluto el territorio que osan mostrarnos como si fueran parte de él. 

Es verdad que al cine y audiovisual chileno les va bien afuera. En los festivales, en las premiaciones. Cinco nominaciones al Oscar y dos premios Oscar ganados. Wow. Me quito el sombrero frente a tanto ñeque. Tanto esfuerzo. Tanto talento. 

Pero al cine y audiovisual chileno le va mal y más o menos mal dentro de Chile. La taquilla antes de la pandemia iba en baja y desde hace años que no existen historias convocantes que compitan de igual a igual con los éxitos de taquilla de los superhéroes. 

Alfredo Castro y Daniela Ramírez, enormes talentos de la actuación y además figuras luminosas que convocan equipos a su alrededor, merecen protagonizar esas historias chilenas para chilenos que luego podamos exportar y lucir afuera. En festivales, en premiaciones, en el Oscar y en los valiosos Premios Platino. En ese orden. Y no al revés.

“Muestra tu villa y serás universal”, reza el dicho que todo escritor y guionista y narrador quiere cumplir para besar el éxito. Pero hace rato que no nos mostramos a nosotros mismos nuestra “villa”. Hace rato o… más bien nunca nadie se ha atrevido a salirse de un molde dado para filmar historias para los chilenos. Ojalá que el poderío actoral de Chile mostrado en los Premios Platino sea en el corto o mediano plazo mucho mejor aprovechado para que el cambio de una biopic como Isabel sea la norma y no la excepción. Ojalá que Alfredo Castro pueda seguir brillando en historias sobre nosotros mismos.

El audiovisual chileno puede seguir ad infinitum recibiendo premios de afuera. Pero ya es tiempo de buscar el premio más difícil: la presencia del público chileno adentro de nuestras fronteras.

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