Marco Enríquez Ominami: “De la sedición al palco”

Siempre es una alegría el cambio, y si Ximena Rincón representa a los sectores conservadores de la DC de hoy, la DC demuestra un avance democrático del que debemos alegrarnos porque hasta hace poco no prometían tomar palco, sino que, directamente, hacer sedición, como lo hizo Aylwin con Allende o Burgos con Bachelet. Pero no hagamos pagar a justos por pecadores, porque los que llevamos años en esto, sabemos bien que la DC no empieza ni termina en esos sectores conservadores, sino que, al revés, sabemos que su corazón late con las transformaciones de su tiempo, como las que empujaron gente como Renán Fuentealba, Rafael Agustín Gumucio, Gabriel Valdés u, hoy por hoy, Claudia Pizarro, figura clave en el triunfo de Gabriel Boric en sectores populares.

Por otro lado, Ximena Rincón tiene razón, porque, se siente o no en su palco, en efecto, el gobierno del presidente Boric va a ser muy difícil. Piñera deja un país en una crisis material y emocional gigante, no solo por la pandemia y el manejo económico, sino que, además, por las violaciones a los derechos humanos y actos de corrupción que se cometieron durante su mandato, y de las que él es el principal responsable. Desde ese país en el suelo, Gabriel Boric, estamos seguros, sabrá liderar las transformaciones históricas con las que se ha comprometido.

Y claro, no le vamos a pedir peras al olmo ni voluntad progresista a los príncipes de la DC, pero a los sectores progresistas de Chile, desde los democratacristianos chascones hasta los movimientos sociales más radicales, a todos y todas ellas, si que debemos pedirles las peras de la unidad. Porque, así como dijera alguna vez Roque Dalton, que los menos fascistas entre los fascistas también son fascistas, debemos asumir también nosotros, que los menos progresistas entre los progresistas, también son progresistas, y que las promesas de cambio con las que nos está pavimentado el futuro Gabriel Boric, debe ilusionarnos y comprometernos muy lejos del palco, sino que ahí, donde las papas queman, en la política y con la gente.