La violencia en los estadios puso de rodillas al fútbol chileno

Por Eduardo Rojas
Director del Área Deportiva del Canal La Red

Duele, entristece, conmueve.

El pequeño Thiago llora desconsoladamente en los brazos de su madre, Dani Carvalho. Su pequeño había recibido en el rostro una bengala lanzada por un miserable desde una de las gradas del estadio de San Carlos de Apoquindo. Y sangraba profusamente producto de la desalmada agresión. Los hinchas brasileños, que llegaron desde Río de Janeiro a alentar a su equipo, vivían el horror de los ataques de un grupo de vándalos, desalmados y enajenados. Piedras, palos, fierros y botellas llovieron desde un sector hacia las localidades ocupadas por los asustados visitantes. Ya nada importa la derrota de Universidad Católica de local ante Flamengo por 2-3, en el marco de la Copa Libertadores de América. Los actos de abierto racismo de un estúpido encarando y burlándose de los brasileños nos dolieron a todos.

¿Somos así los chilenos?

Apenas 24 horas antes, en el estadio Monumental, la violencia se había instalado antes, durante y después del partido entre Colo Colo y River Plate, de Argentina, también en el contexto del afamado torneo sudamericano. Una horda compuesta de 300 enardecidos seguidores del equipo chileno intentó sin entradas en sus manos saltar las rejas del recinto, pero fueron impedidos, casi en su totalidad, por las Fuerzas Especiales de Carabineros. Tiempo después, cuando Colo Colo escribió una nueva derrota (1-2) en este torneo que le perteneció en 1991, otro grupo de chiflados comenzó a lanzar pedradas tanto al banco de suplentes como al bus que trasladada al equipo bonaerense hacia el hotel, según describió el propio entrenador Marcelo Gallardo.

¿Somos así los chilenos?

La respuesta no es tan sencilla. Quizás se está instalando un sentimiento de soledad, de abandono a nuestra suerte, por la delincuencia que se ha desatado en todo el país. Las estadísticas así lo demuestran: desde el 2016 al 2020 aumentó en un 100 por ciento la tasa de homicidios, al igual que los delitos violentos.

De este modo, la sociedad chilena está siendo vulnerada hoy por la violencia en sus variadas acepciones ; también por la inequidad, la intolerancia y la injusticia. Empero, en el fútbol, que es el tema que nos preocupa, que arroja casi la misma radiografía, hay una suerte de “interregno”, un vacío de poder entre el Estado y los entes rectores del deporte, tanto el Ministerio del Deporte como la Federación de Fútbol de Chile, ergo la Asociación Nacional del Fútbol Profesional, ANFP. Hay que recalcar que desde que surgieron las barras bravas en Chile, también asomaron las peleas, los robos, las drogas, los asesinatos, como una suerte de validación social, verdaderos estímulos para adquirir reconocimiento entre sus pares futboleros.

Entre estas paredes se encuentra el fenómeno de la violencia en los estadios chilenos.

¿Cómo se aplica la Ley 19.327 de derechos y deberes en los espectáculos de fútbol profesional promulgada el 24 de agosto de 1994 y que, de tanto en tanto, ha tenido algunas modificaciones? ¿De qué manera se ha implementado el Departamento de Estadio Seguro, que nació en el 2011 en el primer gobierno de Sebastián Piñera, y que depende del Ministerio del Interior y Seguridad Pública?

Poco o casi nada.

Y miren que han pasado algunos nombres ilustres y otros muy vulgares al mando de la ANFP. Recordemos: Ricardo Abuhomor (1993-1998); Mario Mosquera (1999-2001); Miguel Bauzá (2011); Reinaldo Sánchez (2001-2006), José Abdala (2006 al 2007); Harold Mayne-Nicholls (2007-2011); Sergio Jadue (2011-2015), Jaime Baeza (2015-2016); Arturo Salah (2016 al 2019); Sebastián Moreno (2019-2020); y Pablo Milad (2020-2022).

Tampoco dejemos en el olvido la escasa responsabilidad que han tenido los funcionarios Andrés Otero, Cristóbal Lladser, José Roa, Cristian Barra y Marcelo Rojas, por nombrar solo algunos de los desconocidos personajes que han pasado como encargados del Departamento Estadio Seguro. Una tarea pobre, pobrísima, sin dejar lugar a la duda.

¿Y dónde estamos? ¿Igual o peor que antes? Interrogantes que podemos resolver cada uno desde nuestro propio prisma, con las experiencias recogidas en los estadios a los cuales hemo ido desde hace tanto tiempo.

A mi juicio, nuestro fútbol está peor que antes. Algunas perlas recientes que quedaron escondidas en los cajones jurídicos de los administradores de turno: las batallas campales entre hinchas de Colo Colo y Universidad Católica en la Supercopa; seguidores de la U invadiendo, increpando y hasta peleando con jugadores en la cancha de El Teniente; y fanáticos colocolinos destrozando el estadio Calvo y Bascuñán, en Antofagasta.

¿Dónde está Pablo Milad?; que se esconde tras el oropel del nuevo cargo que le dio la Conmebol. Este viernes pasado, casi en el ocaso del día, la ANFP sacó un comunicado tibio “condenando los hechos” y que, como siempre, “se investigará hasta encontrar a los culpables” de los que generaron la violencia en los estadios. Pero no es tan solo en los estadios Monumental o San Carlos de Apoquindo donde se ha vivido la vergüenza, en las últimas horas, además, los vándalos asoman como tropel siguiendo a Universidad de Chile, o aquellos que asaltaron en una cancha de entrenamiento al hoy exjugador de Deportes Iquique, Edson Puch.

¿Dónde está el Encargado de Estadio Seguro? Bah, el gobierno del presidente Boric nombró a la periodista Pamela Venegas, ex trabajadora del área del fútbol femenino de la ANFP y ex trabajadora de Cruzados, pero, al parecer, todavía no asume el cargo. Una desidia total.

¿Sabemos qué comprende el contenido global de la Ley de Violencia en los estadios? Repasémoslo. “Esta regula la realización de los partidos de fútbol profesional; establece los derechos y deberes de los asistentes; los requisitos de los estadios en que se juegan los encuentros y las obligaciones de las entidades del fútbol profesional, de los organizadores y de los administradores de los recintos”.

Todo esto es letra muerta. Porque los organizadores de partidos nacionales o internacionales, que dependen de los directivos de los clubes y validados por la ANFP, ,cumplen escasamente con sus obligaciones: designar un jefe de seguridad; contratar guardias de seguridad privada; instalar y utilizar recursos tecnológicos, como cámaras, detectores de metales u otros que sean necesarios para resguardar adecuadamente el orden y la seguridad pública; establecer zonas separadas y claramente delimitadas para los simpatizantes de cada equipo; contar con sistemas de control de acceso e identidad de los espectadores; disponer de medios de grabación, a través de cámaras de seguridad, que tengan los estándares de calidad suficientes para identificar a los asistentes al partido, junto con vigilar el perímetro del estadio. Estas cámaras deberán ser monitoreadas permanentemente por los organizadores, durante el desarrollo del juego. Las imágenes deben guardarse al menos por 90 días.

Nada de se cumple, nadie supervisa, todos hacen la vista gorda. Solo de esta manera podríamos entender que el ex ministro del Interior y de Seguridad Pública, Rodrigo Delgado, el ex Fiscal Nacional Sabas Chaguán, y la ex ministra del Deporte, Cecilia Pérez, hoy integren los directorios que controlan los clubes de Palestino y Universidad de Chile. ¿No eran acaso algunos de los que debían investigar los delitos ocurridos en los estadios chilenos? Nadie se escapa, ningún Gobierno, de la irresponsabilidad que tuvieron para abordar este tema.

Una simple pregunta podría destapar un escándalo de proporciones: ¿Cómo les llegan a los líderes de las barras bravas cientos de entradas tanto para un partido de sus clubes como de la selección chilena? Es un negocio millonario, pero ¿quién está detrás de este contubernio delictual? ¿Una asociación ilícita? Quizás por ello no hay voluntad de llegar hasta los cimientos de esta trama que corrompe las bases morales del fútbol.

Como corolario a este desmoronamiento social en el fútbol nacional, las palabras del arquero de Cobreloa, Matías Cano, son la que duelen el alma: “el fútbol está enfermo, porque un niño de ocho años, acompañado de su padre, me escupió el rostro en un simple partido de fútbol, y fue aplaudido”.

Así es como estamos. Y nadie hace nada. ¡Ciertamente que lo vamos a lamentar!