Por Eduardo Rojas, director del Área Deportiva de La Red
Algo está nauseabundo. Así se respira en el aire la pestilencia. Es putrefacción pura.
Al fútbol, que pareciera ser un depósito para la llegada de cualquiera, asoman casi siempre personajes sin un recorrido claro o esperanzados solo con recoger una moneda desde el suelo; y los que son reconocidos, se visten con ropajes de la turbiedad y la oscuridad.
No era de extrañar, de esta manera, que el arbitraje fuera violentado y vulnerado en su fe.
Son los jueces de nuestro fútbol.
Antes que expirara el año pasado, en el programa de La Red Deportes, se denunció que algunos árbitros habían sido comprados para someter los resultados a su verdadero antojo en una de las ramas de los campeonatos nacionales, con el afán de beneficiar a los dueños temporales y cancerberos de los escudos y colores de esa querida institución. ¿Y qué ocurrió? La ANFP realizó una investigación, llevada a cabo por el Oficial de Cumplimiento, Miguel Ángel Valdés, que no logró encontrar vestigios de la denuncia periodística: así, Lautaro de Buin se salvó de la expulsión, y tuvo que irse a jugar a los viejos pastos de la Segunda División, que es un verdadero mamarracho dirigencial. Y allí siguen como si el agua no hubiese pasado bajo el puente.
El ruido que generó esta denuncia al interior de los oscuros pasillos del edificio de Quilín fue de tal magnitud que el mandamás de la ANFP, Pablo Milad, envió como una suerte de retiro a un cuestionado Jorge Osorio a hacerse cargo de la Carrera de Árbitros de la INAF, un entidad educativa que no solo forma futuros entrenadores sino que, además, también entrega conocimientos a las jóvenes promesas referiles.
La visión de la INAF es “formar un técnico de nivel superior con una sólida formación técnica, teórica y práctica, y una clara definición ética que lo habilite para el correcto desempeño de su labor”. Una de las definiciones más comunes de la ética es la rama de la filosofía que estudia la conducta humana, lo correcto y lo incorrecto, lo bueno y lo malo, la moral, el buen vivir, la virtud, la felicidad y el deber. Serán páginas olvidadas con el transcurrir del inexorable tiempo.
En reemplazo del chileno Osorio, llegó Javier Castrilli, apodado en Argentina como el “Sheriff”, que se hizo fama de ser un hombre implacable para practicar a rajatabla el reglamento de juego, aunque esto le haya acarreado grandes disputas con Julio Grondona y un sector no reducido de la prensa deportiva del país vecino.
A poco de andar, Castrilli, según sus palabras, se encontró con un cuerpo arbitral veterano, además jóvenes sin mucho conocimiento del juego y una laxitud profesional que no iba a tolerar. Milad lo había traído, entre otros argumentos, para limpiar el arbitraje. Castrilli tomó decisiones que generaron descontento entre los árbitros. Y para colmo se rodeó de algunos personajes que parecían olvidados en el medio: Mario Sánchez e Iván Guerrero, ambos sobrevivientes de la era del Club del Póker. En aquella época, la Comisión de Arbitraje estaba integrada por Gastón Castro y los mencionados Sánchez y Guerrero.
A mediados de noviembre del 2021, Castrilli entregó una lista de 11 árbitros que debían ser desvinculados del referato por no alcanzar los méritos que se requería para tamaña aventura: mejorar el arbitraje y darle oportunidades a los jóvenes. Milad estuvo de acuerdo, según dicen, pero lo dejó guardado en un cajón de su escritorio a la espera de que llegaran recursos para generar el retiro. A saber: Julio Bascuñán, Cristian Garay, Héctor Jona, Nicolás Gamboa, Piero Maza, Alejandro Molina, Claudio Urrutia, Franco Arrué, Felipe Jara, Felipe Jerez y Raúl Orellana. Sin embargo, Castrilli había determinado no contar en su periodo, semanas antes, con Patricio Polic, Bárbra Bastías, Eduardo Gamboa, Cristian Rojas, César Deischler, Constanza Salinas, Patricio Blanca y Omar Oporto.
A raíz de estas determinaciones, comenzó un fuego cruzado entre los socios y la mesa directiva del Sindicato de Árbitros, presidido por Johnny Harasic, que en el programa de La Red Deportes salió a defender su honra, luego de ser acusado de graves anomalías administrativas y económicas durante su mandato. La guerra estaba desatada. Y en ella no estaban indiferente ni Castrilli ni sus guardianes Osvaldo Talamilla y Blaulio Arenas.
Los socios decidieron ir a una votación y lograron por abrumadora mayoría un voto de censura a la mesa y un llamado a nuevas elecciones en el Sindicato. Esto fue determinante para la renuncia de Harasic y sus colaboradores. Los negros nubarrones de la desconfianza se veían que pronto llegarían a Quilín.
Castrilli anunció que 14 árbitros debían ser desvinculados, y tras esa determinación, apoyada por Milad, el Sindicato se amotinó: exigió que Castrilli y sus asesores fueran despedidos de la ANFP y los 14 árbitros reintegrados, con la amenaza de un paro de actividades en el fútbol chileno si no se cumplían sus peticiones. Milad citó a una reunión extraordinaria a los 32 presidentes de clubes y al darse cuenta que estaba casi solo en su postura, decidió, personalmente, despedir a Javier Castrilli y reintegrar a sus labores a los 14 árbitros cuestionados.
El escándalo no terminaría así. Un medio digital y una radio nacional hurgaron y dieron a conocer una investigación y unos audios que se si escuchaban “debía renunciar de inmediato Pablo Milad”. Los audios en cuestión daban a conocer un diálogo del árbitro Francisco Gilabert que reconocía ante un amigo haber sido presionado para cobrar un penal a favor de Huachipato frente a Copiapó, en el partido promocional de vuelta, jugado en Valparaíso.
PERO NADA ERA CIERTO
El Oficial de Cumplimiento, Miguel Ángel Valdés, mandatado por Pablo Milad, realizó una investigación revelada este lunes 18 de abril, que fue contundente y que generó un nuevo terremoto en la ANFP. El informe advierte que “se descarta categóricamente indicios de cualquier tipo de arreglo, amaño o manipulación del partido en cuestión”. También firma el escrito Valdés señalando “no existe ni ha existido intervención o presión indebida, abuso de autoridad ni injerencia alguna por parte de terceros respecto a la decisión adoptada por el árbitro, el Sr. Gilabert”.
“En el curso de la presente investigación, se lograron recopilar antecedentes y datos que evidencian la existencia de actos destinados a desacreditar y difundir información distorsionada para desestabilizar el arbitraje chileno, que dañaron a la Asociación Nacional de Fútbol Profesional y la transparencia de la actividad”, adhiere Valdés.
En un puñado de palabras como corolario, los audios de Gilabert fueron maquineados y organizados para desprestigiar a los árbitros y a la comisión que los comandaba, según se desprende del análisis.
Empero, surgen varias interrogantes en torno a este apestoso momento: ¿renunciará Pablo Milad por su errático andar en torno a esta clara y evidente manipulación? ¿Los árbitros en cuestión serán despedidos y afrontarán ante la justicia sus cuestionadas actuaciones? ¿Se conocerán los nombres de quiénes claramente están detrás de esta maquinación? Por lo pronto, Gilabert, Tolosa y Droguett recibirían un castigo del Tribunal de Penalidades entre 4 a 50 partidos de suspensión, o de 1 mes a 50 juegos de suspensión, como también de un mes de 3 años de inhabilitación, si se corrobora lo que da fe Valdés. Habrá que esperar las acciones que tomarán los directivos temporales del Sindicato de Árbitros, que también iniciarán sus propias batallas legales.
El lunes pasado, en el programa de La Red Deportes, el presidente de Unión San Felipe, manifestó tajantemente que “la realidad indica que los 14 árbitros son malos (…) Hoy acá están los malos y el bueno se fue, el que vino a reestructurar el arbitraje. Felipe Jara es un pésimo árbitro de la Primera B (…) Si fuera por mí, él y ninguno de ellos dirigiría en el fútbol chileno”.
También el cuadro de Huachipato, por su parte, luego de conocer los resultados del trabajo del Oficial de Cumplimiento de la ANFP, anunció que iniciará “acciones civiles contra las personas que intentaron hacer daño o descrédito al club”.
LA VOZ DE CASTRILLI
Aquella noche cuando fue despedido, Javier Castrilli manifestó con desazón que “siento frustración, me trajeron para una tarea que venía desempeñando, pero la situación y la coyuntura los obliga a tomar esta decisión. Yo no renuncié, es verdad que se me dijo que se iba a suspender la comisión para una investigación, que yo inicié, que yo promoví, que yo cité a los testigos, que yo dije que había que llevar a la justicia para aclarar. Que seguí investigando desde el inicio de mi gestión”.
Hoy Castrilli se reúne con sus abogados, lo más seguro es que presente una demanda civil y penal por despido injustificado, daño a su honra y ofensas, y, en un barrio acomodado de la capital toma un café esperanzado en su futuro. “Tengo muchos planes”, confesó a sus cercanos.
La fábula de Jean-Léon Gerôme, escultor parisino nacido en 1824 y muerto en 1904, vino a rescatarlo de sus recuerdos:
“…Pero entonces, la Mentira salió del agua y se vistió con la ropa de la Verdad mientras que la Verdad se negó a vestirse con la ropa de la Mentira… La gente no decía nada al ver a la Mentira vestida con la ropa de la verdad, pero se horrorizaba al paso de la Verdad desnuda.”