¿Qué hacemos con el fútbol chileno?

“El fútbol da alegría y esperanza para millones de personas en todo el mundo y genera 200 mil millones de dólares al año”, aseguró Gianni Infantino, el presidente de la FIFA hace un par de años en el Foro Económico de Davos. Cifras que en el caso de Chile no se ven reflejados en la realidad de muchos clubes, que han registrado pérdidas por años. 

Eduardo Rojas. Director del Área Deportiva de La Red

El fútbol chileno vive sus horas más oscuras. Navega sin timón por aguas agitadas. Deben ser muy pocos los que entienden a la industria deportiva más rica del planeta. Hace un par de años el presidente de la FIFA, Gianni Infantino, aseveró que este deporte genera al año, aproximadamente, 200.000 millones de dólares. ¡Si, 200 mil millones! Estudios económicos recientes arrojan que el balompié genera el 1.37 % del PIB en España y 185.000 puestos laborales. Y la Premier League crea 100.000 empleos y suma 9.000 millones de euros anuales al PIB del país.

El negocio contempla los derechos televisivos y de radio, la venta de jugadores y de entradas, el marketing deportivo, las competencias internacionales, la explotación de imagen, los medios digitales y el uso de los estadios para generar recursos: nombre de la marca patrocinadora, congresos, venta de productos y tour guiados, entre otros conceptos. Un dato duro: los derechos televisivos por tres años se vendieron en 5.100 millones de libras en la Premier League, y en 3.000 millones para el mercado externo.

Estas cifras despertaron interés en los fondos de inversión y de aportes personales de herederos de casas reales, provenientes de Qatar o Abu Dabi. Y lo mismo sucedió en México, Canadá, Australia y Estados Unidos. En palabras simples, todos estos hombres o empresas observan que el crecimiento no ha llegado al tope y que sencillamente hay un negocio enorme en crecimiento al cual se puede sacar provecho. A esto se suma la aparición de las casas de apuestas, cuyo patrocinio en publicidad generaron a los clubes europeos más de 300 millones de euros en el último período.

¿Pero este negocio del fútbol es rentable en Chile?

Sencillamente, no lo es.

Vean ustedes: las tres sociedades controladoras de los llamados clubes de mayor convocatoria social: Blanco y Negro, Azul Azul y Cruzados, perdieron en el primer trimestre de este año $2.867.000, incrementando sus pérdidas totales en $34.982.641, o sea un crecimiento del 8,2 % en relación al mismo periodo del 2020. A modo de descripción, las pérdidas de los tres son significativas: Colo Colo -$1.186.768; Universidad de Chile -$1.112.190; y Universidad Católica -$510.063.000.

Sin embargo, La Serena, Unión Española y Huachipato accedieron a los soñados números azules, en una clara muestra de una buena administración, con algo tan simple como gastar e invertir de acuerdo a sus ingresos. El resto de las instituciones solo pérdidas económicas que disminuyen, además, su valor patrimonial inexorablemente.

La interrogante que surge es ¿qué elementos interrumpen en el análisis para señalar que el fútbol chileno se muere a pasos agigantados?

Hoy, y casi como siempre, la industria chilena está golpeada por escándalos directivos –desde los gobiernos de Sergio Jadue hasta el actual de Pablo Milad, y un manto de sospechas cubre amaños de partidos denunciadas por La Red; árbitros cuestionados en su honorabilidad- la fiscalía sigue investigando la participación de algunos de ellos en el resultado final de algunos partidos.

Existe desconocimiento acerca de los verdaderos dueños de las SADP y de quienes tienen multipropiedades, prohibido por ley; es clara la injerencia de los empresarios y representantes en las nóminas de las selecciones nacionales; el calendario de partidos sufre modificaciones de acuerdo a los intereses de los clubes, los partidos son suspendidos sin causales ciertas; los campeonatos son de dudosa calidad técnica; los torneos de menores viven en la desorganización –en varios partidos no llegaron los árbitros a dirigir por desconocimiento de canchas y horarios, y lo último que fue un inaceptable papelón: se constató el ingreso de una patrulla de carabineros para retirar una jugadora lesionada en un partido entre Universidad de Chile y Colo Colo por la ausencia de una ambulancia, desnudando a las claras una carencia de organización y liderazgo en la realización de los espectáculos deportivos.

Tampoco existe un marco jurídico-deportivo entre la Federación y la ANFP, lo que despierta grandes dudas por el desprolijo manejo de las finanzas de ambas entidades. No hay visión dirigencial, ni transparencia, ni sustentabilidad, ni claridad en la administración de Quilín, ni gestión, que era el postulado, la carta de navegación de Milad. Tampoco destacan los profesionales contratados para que aporten ideas nuevas al desarrollo de la actividad.

Cuando se reclama que haya una inteligente administración de los recursos que ingresan al mercado -el año pasado los clubes recibieron $45.869.989, cerca de USD 56.000.000- el 75 % de lo recaudado por conceptos de transmisión de partidos se destinan a sueldos y premios de jugadores y cuerpos técnicos de los clubes, y apenas el 1 % al desarrollo del fútbol joven y femenino, a las claras una inversión casi nula en las canteras de producción de jugadores y jugadoras. Se venden pocos jugadores al exterior y el mercado interno es pobre, muy pobre.

Entonces, surgen más interrogantes, ¿qué marcas de productos deportivos se quieren asociar a este deporte? Usted lo haría si los escándalos que ocurren a diario no solo en la casa de Quilín, sino que también en los clubes. Hay violencia en los estadios tanto a nivel nacional como internacional; no hay inversión en seguridad en los estadios; la ley de violencia en los estadios así como estadio seguro son entes muertos. Cada vez va menos gente a los estadios. La familia tiene miedo de apoyar a sus equipos en las gradas.

Y súmele que siempre hay escándalos groseros entre dirigentes. Hace muy poco, el Club Antofagasta presentó una querella por apropiación indebida y/o administración desleal con el propósito de recuperar USD 3.2 millones que le correspondían recibir por la venta del CDF. La ANFP desmiente que sea esa cifra y menos en dólares. Pero lejos de establecer vínculos con sus socios comerciales, se entrampa en un litigio con Nike y TNT Sports, que podría aumentar el riesgo de pérdidas inmanejables en el balompié nacional.

La aparición de manera ilegal de las casas de apuestas en Chile, que el estado no las reconoce, tiene un propósito: llevarse los recursos a través del hilo tecnológico sin dejar un pago de impuestos por la operación. Si en Europa los aportes de marketing son millonarios, un portal en Chile ofreció a un club de ascenso apenas 800 mil pesos mensuales, a cambio de publicitar la casa de apuesta en la camiseta y en publicidad estática. O sea, una miseria, aprovechándose así de las escuálidas arcas de un club de ascenso.

¿Y la selección nacional? En los últimos 12 años, han ingresado por la venta de los derechos de televisión y marketing más de 300 millones de dólares. ¿En que se han invertido?: en nada. Solo está en pañales la idea de reemplazar el ruinoso complejo Juan Pinto Durán. Una gran parte se ha ido en el pago de premios a los jugadores y los sueldos a los cuerpos técnicos. Pero el rendimiento que viene a la baja no ofrece mayores dudas: el 4 de abril, La Roja pasó a ocupar el lugar número 28 del ranking FIFA, luego de grandes resultados a nivel internacional.

¿Qué más en la industria del fútbol chileno? Que la Segunda División deambula en el profesionalismo como fiel reflejo de lo que es nuestro principal deporte, con sus principales socios abandonados a su pobre suerte.

Y así será muy difícil que se sacuda del fango en que se encuentra.