La crisis interna que empuja a la DC al borde del precipicio

A semanas de las elecciones internas donde deberá elegir a su nueva directiva, la Democracia Cristiana vive una de las peores debacles de su historia. Con divisiones internas, masivas renuncias de militantes y un catastrófico fracaso electoral a cuestas, la falange enfrenta un escenario crítico que tiene como primer desafío definir cuál será su rol en el gobierno de Gabriel Boric. Y mientras algunos sectores abogan por profundas reestructuraciones, otras voces al interior de la colectividad se resignan con una refundación que le ponga fin a los más de 60 años de historia del partido.

“Que la unidad no sea de la boca para afuera, esperando el primer traspié del que no es de mi lote para ver cómo le salgo a cortar la cabeza”, decía un exaltado Fuad Chahín segundos antes de renunciar a la presidencia de la Democracia Cristiana (DC) durante la Junta Nacional del pasado 18 de mayo.

El desastre electoral de la constituyente estaba aún fresco. Habían pasado solo dos días desde que el partido solo lograra meter a dos de sus casi 50 candidatos en la Convención Constitucional, uno de ellos el propio Chahín.

A eso se le sumaba el caos interno generado por la candidatura presidencial de la senadora Ximena Rincón, que parecía diluirse cada vez más a costa del creciente liderazgo de su par Yasna Provoste.

Precisamente hacia Provoste estaban apuntados algunos de los dardos que lanzó Chahín en su discurso final al mando de la DC.

La parlamentaria, que aprovechó la presidencia del Senado para liderar la llamada “agenda de mínimos comunes”, era levantada por la encuesta Cadem como la figura política con mayor aprobación y parecía la opción lógica para representar al partido en las presidenciales.

Con ese capital político, Provoste fue una de las críticas más duras contra Chahín. Cuando este renunció a la presidencia de la DC, incluso cuestionó lo tardío de su decisión.

“Siempre la tradición en la DC tras las derrotas electorales, es que teníamos directivas que renunciaban en ese mismo momento”, fue el remate que le propinó al ex diputado que lideró por dos años al partido.

A más de siete meses de ese episodio, la crisis al interior de la DC está lejos de haberse apaciguado.

Con un decepcionante rendimiento de Provoste en las presidenciales, renuncias de militantes históricos y la determinación de ser oposición durante el gobierno de Gabriel Boric de por medio, las tensiones siguen vivas al interior del partido, y algunas voces incluso piden el fin de sus más de 60 años de existencia.

La fractura en el gobierno de la Nueva Mayoría

El 5 de enero del 2018, 31 militantes de la DC renunciaron al partido encabezados por Mariana Aylwin, ex ministra de educación en el gobierno de Ricardo Lagos e hija del ex presidente Patricio Aylwin.

La decisión estuvo marcada por las divisiones al interior de la colectividad durante el segundo gobierno de Michelle Bachelet junto a la coalición Nueva Mayoría.

Algunos sectores de la DC obstaculizaron sistemáticamente las reformas impulsadas por Bachelet y rechazaron la presencia del Partido Comunista en la coalición oficialista.

Esa disputa llegó a su punto culmine en noviembre del 2017, cuando, en plena campaña presidencial para la segunda vuelta que enfrentaría a Sebastián Piñera y Alejandro Guillier, la falange le entregó su apoyo irrestricto al candidato de la rebautizada Concertación.

Ese sería el empujón final para la fuga de militantes liderada por Aylwin. Días después de que Piñera ganara la elección, la creadora y defensora del Crédito con Aval del Estado (CAE) incluso reveló que, de haber sido independiente, le habría dado su voto al candidato de la derecha.

En la carta enviada a la directiva del partido, los salientes militantes argumentaron su renuncia con una retórica cargada de nostalgia concertacionista y del ánimo reaccionario que torpedeó el segundo mandato de Bachelet.

“La Nueva Mayoría dejó de ser una alianza de centro izquierda, al estar bajo una clara hegemonía de una izquierda refundacional, renegando del patrimonio de la transición y los gobiernos de la Concertación” fue una de las frases de la misiva.

Casi cuatro meses después, a fines de abril, una segunda renuncia masiva de militantes históricos agudizó la crisis de la DC. Esta vez fue gatillada por Soledad Alvear, ex senadora y ministra en los gobiernos de Lagos, Eduardo Frei Ruiz-Tagle y Patricio Aylwin.

A esa altura, ya eran más de 4 mil los militantes que habían salido del partido entre 2017 y esos primeros meses del 2018, mientras que su representación en el Congreso había bajado de 21 a 14 diputados.

La debacle post estallido

El fracaso constituyente de la DC probó no ser un mero espejismo en las elecciones de noviembre. Allí, los resultados ratificaron la crisis de representación del partido.

En las parlamentarias, pasaron de tener 14 diputados a 8. La presidencial no fue muy distinta. Pese a la expectativa generada por la candidatura de Yasna Provoste durante el primer semestre del año, la senadora quedó relegada al quinto lugar con un 11,6% de los votos, solo superando a Marco Enríquez-Ominami y Eduardo Artés.

La definición de la falange de cara a la segunda vuelta volvió a despertar divisiones entre sus líderes políticos. La decisión oficial se tomaría en la Junta Nacional del domingo 28 de noviembre, exactamente una semana después de la primera vuelta.

Sin embargo, dos días después de las elecciones, tanto Provoste como la presidenta de la DC, Carmen Frei, llamaban públicamente a apoyar a Gabriel Boric. El gesto molestó a algunos sectores del partido, que se resistían a alinearse detrás del candidato de Apruebo Dignidad.

Esta reticencia respondía, en parte, a la presencia del Partido Comunista en la emergente coalición. Para otros, el relato político del Frente Amplio fundado en la crítica a la transición a la democracia y la obra de la Concertación aún generaba rencor.

Finalmente, se decidió entregarle el apoyo a Boric, pero adelantando que en un eventual gobierno de Apruebo Dignidad serían oposición. En paralelo, otro flanco de conflicto se habría con los apoyos de figuras reconocidas de la DC a José Antonio Kast.

El 6 de diciembre, el Tribunal Supremo expulsó del partido a Adolfo Zald´ívar Palma -hijo del ex senador y ex presidente de la colectividad, Adolfo Zaldívar Larraín- por anunciar su voto por el candidato ultraderechista un día antes de la Junta Nacional.

A cuatro días de la segunda vuelta, Eduardo Aninat, ministro de Hacienda de Frei Ruiz-Tagle que renunció al partido criticando el apoyo a Guillier después de la primera vuelta del 2017, hizo lo mismo.

El futuro del partido y su rol en el gobierno de Boric

En la última semana, otro dirigente histórico renunció a la DC. Tras 58 años de militancia, Genaro Arriagada, otrora ministro de Frei Ruiz-Tagle, anunció su salida del partido en una carta pública.

En el escrito, Arriagada aseguró estar orgulloso del apoyo a Boric. Sin embargo, al leer entre líneas, se deja entrever que esa misma decisión no le permite tener la independencia que necesita, la que es incompatible con la adhesión que los militantes “deben a las decisiones y acuerdos que adopten las colectividades de las que forman parte”.

Este es uno de los grandes temas que marca la próxima elección interna del partido, que el próximo 23 de enero deberá elegir a su nueva directiva.

Los cuatro postulantes a presidir la falange son la diputada Joanna Pérez, el alcalde de La Granja Felipe Delpin, el actual vicepresidente Humberto Burotto y el ex presidente de las Juventudes DC Diego Calderón.

Delpin, jefe territorial de la campaña presidencial de Yasna Provoste, ya ha manifestado su rechazo a ser oposición en el gobierno de Boric y ha planteado la idea de “mantenerse al margen, en actitud colaborativa”.

En entrevista con El Mostrador, el alcalde expuso que la DC debe ser “un partido de centro-izquierda que tiene que ser capaz de dialogar con todos los actores, no solamente con los actores de la ex Concertación, sino nuevos movimientos que tengan mirada similar a la nuestra”.

Para algunos sectores, la victoria de Delpin podría ser interpretada como una “izquierdización” de la DC, lo que, a su vez, podría provocar nuevas renuncias de militantes.

Mientras los bloques que buscan liderar la nueva directiva trazan planes de rearticulación para el futuro, otras voces al interior del partido han confesado ver cada vez más cerca la muerte de la DC.

“Creo que nos acercamos al final. Tenemos que transitar hacia un nuevo instrumento, movimiento o partido”, dijo en Radio Biobío Alberto Undurraga, ex ministro electo como diputado de la DC en noviembre.

“Es un diagnóstico compartido”, comentó al respecto Fuad Chahín en El Mercurio, asegurando que “la DC debe evolucionar a un partido de nuevo tipo y de cara a los desafíos que tenemos a partir del proceso constituyente”, escenario donde incluso no descarta un cambio de nombre.

De acuerdo a Chahín, más de 3 mil militantes han abandonado la colectividad en los últimos tres meses. “Hay una crisis de convivencia interna, hay una crisis de identidad, de discurso y también de trabajo territorial”, afirmó.

Pese a esto, el ex presidente de la falange planteó que “hay algunos que creen que la DC debe sepultarse para que nazca algo nuevo; en cambio, yo creo que la DC debe evolucionar a un partido de nuevo tipo”.

Gabriel Silber fue más severo en su análisis y llamó a acabar con su propio partido. “Esta casa hay que demolerla, empezarla de cero”, expresó en Chilevisión el diputado.

“Tengamos un nuevo partido donde invitemos nuevos aliados”, pidió Silber, ilustrado la voluntad que existe en parte de la DC para reestructurar sus alianzas políticas y refundarse en un nuevo movimiento que deje atrás a un partido que ya por años pareciera estar desahuciado.